Sao Tomé y Principe -3
Lunes 6 de junio de 2022
Comenzar el día con un desayuno frente al mar bajo los
cocoteros es todo un lujo.
Hoy tocaba visitar la isla de Rolas.
Tal como habíamos acordado vinieron a recogernos a las nueve pero pretendía que
fuéramos en nuestro coche al embarcadero y Miguel no estaba dispuesto a coger
el coche mientras estuviéramos allí, por lo que nos tocó ir andando y sudar los
3,5 kilómetros hasta el embarcadero de Portoalegre con el consiguiente enfado
del intermediario. Hicimos una parada en un colegio donde los niños entraban y
salían a su aire al igual que los cerdos. Siempre que veíamos un colegio
estaban de recreo. Al llegar al embarcadero el guía desapareció. Antes nos dijo
que probáramos el vino de palma un mejungue que vendían en unas garrafas de
plástico mugrientas y en vasos de dudosa higiene.
Nos avisaron que subiéramos a una
barca con dos jóvenes catalanes de Girona, la isla está cerca y se llega en
unos diez minutos.
Las vistas al acercarnos a la
isla eran fabulosas, más vegetación y más verde imposible. Al llegar se nos
autoasignó un guía de la isla que nos sentó en un tronco y nos lavó los pies
con sus manos y una botella de agua ya que al bajarse de la barca descalzos se
llenaban de arena y teníamos que ponernos los deportivos para andar.
Este guía nos llevaría a hacer el
recorrido por toda la isla, resultó ser un chico agradable y con buena
conversación por lo que nos entendimos muy bien.
Todos los habitantes de la
pequeña isla viven del turismo. Pasamos por la pequeña aldea donde viven que
estaba más cuidada y con más nivel que otras que habíamos visto. Vimos algunos
puestos de artesanía. La isla tiene una población fija de menos de 100
habitantes y es llamada también la isla de las tórtolas. Tiene un faro y un
resort turístico que estaba cerrado.
Al salir de la aldea iniciamos
una vereda donde vimos un enorme mango y una casa manga de tamaños descomunales.
Comenzamos la subida al lugar por donde supuestamente pasa la línea ecuatorial
donde hay unas vistas impresionantes. Hacía un calor infernal. Nos hicimos las
fotos de rigor, puedes tener un pie en el hemisferio norte y otro en el
hemisferio sur. Comenzamos la bajada enseguida y por el camino encontramos una
Cecilia de Sao Tomé(Schistometopum thomense) un reptil de aspecto de lombriz
gigante.
Luego pretendía que visitáramos un
“jardín botánico” donde tenían una representación de los cultivos que se ven
por toda la isla: café, cacao, platanera… y cobrarnos cinco euros. Los
catalanes contestaron “non preciso” y seguimos el camino, nos dieron a comer un
coco con su agua para refrescarnos. La isla esta repleta de cocoteros y todo el
suelo está lleno de cáscaras de cocos que impiden el crecimiento de sotobosque
y son un peligro potencial de incendios.
Estuvimos en la playa Batería donde no nos bañamos porque había mucho oleaje
A continuación nos llevó a ver un
bufadero que llamaban el volcán porque cuando la presión de las mareas en las
oquedades produce un rugido y expulsa agua en forma de vapor.
Por último, fuimos a playa café
donde comimos, lo de siempre, y pudimos bañarnos y hacer snorkel . El guía comió con nosotros y charlamos de
todo un poco. Nos confesó que durante la pandemia al ser una isla turística
pasaron hambre. El agua estaba perfecta de temperatura y transparencia. El
pescado delicioso, pero cansa comer solo pescado.Le dimos una buena propina a
nuestro guía.
En la isla crecían enormes
árboles “oka” de grandes troncos con los que se construían embarcaciones
ahuecando su tronco.
Regresamos sobre las tres y al
llegar al embarcadero Juari no estaba y el barquero nos pidió 25 euros en vez de
20 que era lo acordado nos negamos y le dimos 20. Al poco tiempo llegó y nos
dijo que para volver podíamos ir andando o coger mototaxi. Yo soy un mal
paquete y más por ese tipo de caminos llenos de piedras y baches, como hacía
calor y cogimos dos motos. Del rizoma de heliconia pura tomadura de pelo.
El chico me decía que me pegara,
pero un fuerte olor acre y maloliente me echaba de nuevo para atrás por lo que
el regreso se hizo eterno. Miguel para colmo se quemó una pierna al bajarse con
el tubo de escape.
Nos tomamos unas cervezas bien
frías acompañadas de cacahuetes fritos ,de nuestra despensa particular que
compartimos con una pareja de checos que tomaban vino hambrientos haciendo
tiempo para la cena.
Fuimos a dar un pequeño paseo y
luego a ver el atardecer frente al mar.
Nos negamos a comer más pescado
con arroz y gastamos queso que nos quedaba y pan que nos sobró del desayuno, así
como algo de fruta que habíamos comprado.
Ducha,diario aquí no había ni
tele y a descansar. Nos propusimos al día siguiente no hacer muchos planes y
tomarnos el día con calma y descubrir los alrededores.
Menuda aventura. Besos.
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